Los caballeros quedaron estupefactos y miraron durante un buen rato a ese niño sin hacer nada por él; hasta que reacciónaron y salieron de su estupor, y desidieron que sería buena idea llevar al niño al refugio.
-“Llevémoslo al campamento rápido, tal vez allí podremos darle algo caliente y ver si está enfermo , pero debemos hacerlo lo antes posible, ya que hay soldados Arampanos que abundan cerca de estos lugares”-.
Dicho esto, los amigos subieron a sus caballos, colocaron al niño a espaldas de Ismael, y marcharon hacia el campamento.
Los hombres se disgustaron muchísimo cuando sus dos compañeros regresaron. ¡Cómo se les ocurría venir sin comida y con un niño enfermo a rastras! Después de muchas peleas y discusiones, llegaron a la conclusión de que el niño se quedaría y los hombres tendrían que conformarse con cazar palomas y compartirlas. Aquella marcha, en verdad, fastidiaba.
Pedro había viajado durante una semana por el Camino del Este, atravesando poblados y sin que nadie le diera una mísera moneda para comer, transito muchos kilometros lo más rapido posible pensando en su padre, el frió de la noche hizo que se resfriara, resfrió que empeoro luego con la lluvia torrencial que había caído. Ese día de tormenta, Pedro a duras penas había logrado construir un refugiocon troncos y ramas. Un rayo impactó sobre una de las ramas, que calló en la pierna del joven. Con el objetivo de buscar ayuda, Pedro comenzó a arrastrarse por el piso, ya que la pierna le dolía mucho para estar de pie. Justo cuando la muerte empezaba a abrazarlo, dos caballeros lo llevaron a un campamento, donde oyó las discusiones entre los soldados hasta que finalmente el cansancio lo venció y se quedó dormido.
Cuando despertó, se encontró con un hombre de unos 20 años, de pelo largo y castaño, con nariz aguileña y ojos marrones, que parecía más que caballero, un aprendiz. Le explicó que estaba en el campamento del ejército de Yonsea, y que había sido curado de la pierna, pero que ahora no tenía otro remedio que seguirlos en la invasión hacia Arampa, su enemigo mortal, y Pedro aceptó, ya que tenía planeado escaparse apenas sea posible de aquellas personas.
Los caballeros reanudaron la marcha. El Camino del Este era desolado y aburrido, los yonseanos solo lograron apresar a dos milicias arampanas para sacarles información acerca de la cuidad, y descubrieron con satisfacción que nadie sabía nada de la invasión.
Mientras tanto, Pedro estaba empezando a hacer amistad con Ismael, y un poco con Lucas, aunque no sentía nada con Kevin.
Comportándose como prisionero se portaba muy bien. Su misión era la de cazar animales y lavar la ropa. El no sabía hacer nada de esto, por lo que Ismael se dedicó a enseñarle. Pronto se convirtió en un gran lavador de ropa y un cazador experto.
A los quince días de marcha, apenas habían completado la mitad del trecho, por lo que Lucas sugirió que tomaran un atajo por el bosque.
-“Es una idea descabellada, y tiene sus riesgos, pero valdrá la pena, y el camino será mucho más corto”
-“Pero puede haber peligros”-señaló el capitán Ariel, un gran amigo de Kevin y uno de los hombres más valientes.
-“Los peligros no son nada para nosotros, y si tienes miedo, puedes ir por otro lado y luchar contra los guardias tú solo”. El capitán Ariel no tenía ganas de contradecir a nadie, por lo que se dirigió junto a ellos por el bosque.
Apenas habían caminado un par de kilometros por el bosque, cuando Pedro oyó ruidos atrás de los tupidos árboles y las malezas, y Kevin se dio cuenta de que 2 hombres habían desaparecido, incluido Lucas. Todos se dieron cuenta de que algo pasaba. Los caballos percibian el miedo de los hombres y movían las orejas, asustados. Solo percibieron el horror cuando Lucas reaparecio de entre la maleza. Estaba sangrando y tenía los ojos desorbitados. –“¡¡Pumas!!”- gritó.
To be continued...